Admiral
Personal
Se puede hacer
muy poco sólo con fe, no puede hacerse nada sin ella.
Samuel Butler
-“Che, “Ruso”: Y si vamos a
Chacarita a contarle lo que nos pasa al Capitán del Graf Spee?”- disparó “El
Negro” Ortiz en una reacción de desesperación y de necesidad de depositar la fe
en algo que ayudase. El “Ruso” Miguel, abrió sus ojitos, celestes, grandes como
dos ojos de buey sin poder salir de su asombro. Tomándose su tiempo para no
parecer reaccionario pensaba: “Que te pasa Negro? Con que te drogaste? Hace
casi un año que estamos buscando, trabajo, con las monedas contadas para viajar
y a vos, se te ocurre ir a visitar la tumba de un finadito, alemán, para que te
consiga laburo, estas definitivamente “colifa”!”
En verdad, el dinero no sobraba y
eso implicaba una larga caminata ya sea de ida o vuelta a Chacarita para retornar al centro y
de ahí volver a su patria chica: Adrogué, donde ambos vivían.
Al “Ruso” le quedó rondando en la
cabeza esa, loca, propuesta; amante de la historia de la navegación y sobre
todo de los alemanes que, aún, no siendo nazis prestaron un patriótico servicio
a su país durante la Segunda Guerra Mundial; decidió Conversar con el “Negro”
al respecto: -“Negro”: vos crees que si vamos a contarle nuestras cuitas al
Capitán Hans Langsdorff, éste podrá ayudarnos?”-.
-“y… no se “Ruso” leí en una
revista que era un tipo justo y honesto y hasta ahora es eso lo que le ha faltado
a las personas con quienes hemos tratado y mira como estamos!”-. Le respondió
solemnemente el “Negro”.
Después de una prolongada
contienda sindical y traicionados por sus propios líderes, fueron sentenciados
a formar parte de una “lista negra”, la cual le cerró todas las puertas
naturales para conseguir trabajo en cualquier empresa de navegación.
Ambos trabajadores, hombres de
fe, luego de meditarlo, decidieron depositarla en otro navegante para tratar de
cambiar su presente y salir de su angustiante situación, tanto ellos como sus
respectivas familias.
A la mañana siguiente, un día
gris pero no demasiado frío, emprendieron su caminata hacia el Cementerio
Alemán de la Chacarita, en su silencioso peregrinar se planteaban un sinnúmero
de preguntas: Darían con la tumba en un cementerio tan grande? Estarían
haciendo lo correcto? Estarían
malgastando sus magros ahorros? O simplemente estarían perdiendo el día?
Solo el transcurrir del tiempo se encargaría de develar todos esos
interrogantes.
Al cruzar la plaza Los Andes, en
las cercanías de Chacarita, asomó tímidamente el sol y el día se tornó un poco
más cálido. Al ingresar al cementerio quedaron impresionados por la inmensa
cantidad de tumbas, todas ellas perfectamente arregladas, en el lugar, reinaba
el más absoluto silencio. –“Te parece que la encontraremos “Ruso”?”- Preguntó
con asombro el “Negro”. Miguel, se acercó a un viejito desgarbado que llevaba
una pala en la mano, vestía un uniforme gris tal como un sepulturero de
Treblinka y con mucho respeto le preguntó si conocía el lugar donde descansaban
los restos del Capitán Langsdorff, el
viejito, apuntando con la pala les dijo con amabilidad: -“Están ustedes frente
a su tumba Caballeros”-.
A ambos peregrinos, el haber
encontrado tan fácilmente su objetivo, les pareció una señal de buen augurio.
Más cercana a la puerta de ingreso no podía estar. Podrían haber estado
buscando por horas si no fuera por ese buen señor.
La tumba estaba recubierta en
lajas, una placa de granito, tallada, en el frente con algo que parecía ser el
rol de la tripulación del Admiral Graf Spee, un escudo heráldico realizado en
bronce y sobre todo ello, una gran cruz de granito en cuyo listón horizontal,
rezaba la siguiente leyenda: Capitán Hans Langsdorff, Comandante del Acorazado
Admiral Graf Spee. En el extremo del puntal una Cruz de Hierro, máxima
condecoración al valor de su país. No así la Cruz Swastica pues Langsdorff no
militaba en la filas del Nazismo. A un costado y al otro de esa tumba
ornamentada por exuberante vegetación florida se encontraban las tumbas de dos
de sus colaboradores, también, pertenecientes al rol del Graf Spee. En sus
tumbas, mucho más humildes, se encontraba una hélice en cada una, lo que
significaba que habían sido maquinistas y sendas Swasticas indicando su
condición nazi.
-“Que le decimos “Ruso”?”-.
–“Vamos a decirle lo que nos está pasando”-. Los dos trabajadores, en la voz
del “Ruso” comenzaron a manifestar lo que les estaba ocurriendo, sucintamente
pero con humildad, respeto y muchísima fe.
-“Buen día Capitán, somos
marinos, como Usted pero de Marina Mercante, hace casi un año que no
conseguimos trabajo pues se han ensañado con nosotros y con todo respeto, le
digo que no merecemos esto. Acudimos a Usted sabiendo de su bonhomía para que
por favor, pueda interceder por nosotros”-. -“Decile algo más”- dijo el
“Negro”. –“Que mas querés que le diga? Si ya le dije todo. A los alemanes hay
que hablarles con pragmatismo”- dijo el “Ruso” mientras emprendía la retirada
hacia la salida.
En esa misma semana, el “Ruso”
concurrió a la Escuela Científica de la Redención, en Lanús, lugar donde
acostumbraba a liberar energías expureas, reencontrarse y sentirse mejor con sí
mismo, sobre todo por el mal momento que le estaba tocando transitar y renovar
su espíritu. El lugar estaba rebosante de energías positivas que le hacían
tanto bien para alejar locos pensamientos de su atribulado cerebro. Al ingresar
al recinto, el Director, posó su mirada, con intensidad, sobre él, descubriendo
un estado de sensibilidad especial y taxativamente le dijo: -“Buenas tardes
Hermano Miguel! Hoy, Usted, será parte activa de nuestra sesión”-. El “Ruso”,
asombrado pero sumiso al mandato de la autoridad máxima del instituto, ingresó
al salón y se sentó a esperar que comenzara la reunión. Una vez más, llegaba temprano,
como era su costumbre donde tuviera que
ir. Durante la espera, sintió un abrupto descenso de temperatura, tal es así,
que debió colocarse la campera que se había quitado al ingresar.
Al iniciarse la sesión, el
Director, mirando al “Ruso” Pronunció las siguientes palabras: -“Como todos
sabemos, el Hermano Miguel es navegante, veo que quienes lo acompañan hoy,
también lo son, veo tres personas de la armada con uniformes de otro país y de
otra época. Por favor, necesito tres médiums para ser incorporados y poder llevar a
cabo las materializaciones”-. Miguel, persona muy sensible, con hielo en la
sangre, sabía de quienes se trataba, podía escuchar sus marciales pasos al
caminar, no obstante eso, no podía salir de su asombro.
Quien contenía el alma de
Langsdorff, comenzó a hablar en un perfecto alemán, pronunciando las siguientes
palabras:-“Sie sind ein rechtschaffener mensch Miguel, sehr bald werden sie
sehr gute arbeit haben auch”-. El “Ruso” posó sus ojos en el Director que con
mucha prestancia comenzó a traducir: -“Eres una persona justa Miguel, muy
pronto tendrás trabajo y muy bueno además”-. Los otros dos uniformados,
asentían risueñamente sin tanta solemnidad como el Capitán, con el típico
carácter afable de la gente de Máquinas sin pronunciar palabra alguna. Los tres
entes dieron media vuelta y comenzaron a retirarse antes de producirse la
desmaterialización que devolvió a los tres médiums al recinto. El Capitán Hans
Langsdorff se había comunicado con el “Ruso” con el mismo poder de síntesis que
éste mostró en el cementerio.
Miguel bien sabía de la
factibilidad de estas manifestaciones pero jamás imaginó que ocurriría tan
pronto con tanta celeridad y efectividad. No podía salir de su estupefacción!
Como hombre de fe solo le faltaba esperar que los vaticinios de Don Hans,
ocurrieran con tanta rapidez como lo fue su manifestación. Con un “Que avance
todo al bien” al unísono se dio por concluida la interesante sesión del día.
En el viaje de regreso a su casa,
a bordo del 435, Miguel iba sumido en un ostracismo hermético producto de lo
impactante de la reunión y la fuerte experiencia vivida, -“Ruso”! Estas ahí?”-
lo despertó un pasajero conocido, Miguel abrió los ojos y vio que el “Rengo”
Olivares lo zamarreaba con suavidad del hombro
y se dieron un abrazo estos dos viejos camaradas. El “Rengo” era un
tipazo, un puntero de Quindimil, se autodenominaba “Puntero no Político”,
siempre poniendo el hombro para ayudar a los más necesitados sin distraer un
solo recurso para sí mismo, un verdadero trabajador social querido por todos.
Para muestra solo basta un botón: tantos años ayudando a la gente y él seguía
feliz viajando en colectivo.
-“Donde estas trabajando
Miguel?”-. –“No te enteraste? Hace casi un año que no puedo conseguir trabajo,
Tito”- (No le gustaba que le dijeran “Rengo” aunque era su apodo más popular).
–“No te puedo creer! Todo un profesional como vos: en la calle! En este país,
esta todo al revés! Lo voy a hablar con Don “Manolo” a ver qué puede hacer él
por vos”-. –“Te lo agradezco mucho, Tito me va a costar mucho pero eso, tal
vez, ayude”-. Otro fuerte abrazo y “El Rengo” se bajó del 435.
Al día siguiente, durante la
ausencia de Miguel, “El Rengo”, en persona y montado en su bicicleta, tocó el
timbre de la casa del “Ruso” y le entregó a Nora, su esposa, un sobre de papel
manila con correspondencia. Al llegar Miguel, al atardecer, luego de darle un
beso a “La Patrona” que siempre lo acompaño en las buenas y en las malas, abrió
el sobre y lo leyó. Sus ojitos celestes, detrás de los anteojos, no creían lo
que decía esa misiva: “Compañero Carlos Vladomiro Korach, el compañero Miguel
se encuentra, injustamente, sin trabajo. Por favor le pido que tenga bien hacer
algo por él. Atentamente Manolo”.
Se la hizo leer a la señora a ver
si estaba en lo cierto, ella asintió dándole otro beso, la cita con esa persona
que, a la sazón, era la mano derecha del Presidente de la República, estaba
pactada para el día siguiente a las 11:00 horas. Miguel no tenía ropa adecuada
para esa ocasión así que solo optó por la mejor ropa limpia que tenía y al otro
día, concurriría con puntualidad a la cita.
Ya, en la mesa de ingreso, el
ordenanza que atendía, mirándolo de pies a cabeza, no creía que la persona que
estaba delante de él tuviera una entrevista con el Secretario Privado del Presidente
de la República. Era la primera vez que experimentaba el síndrome de “Insecto
en Portaobjetos”; fue tratado de idéntica manera en cada uno de los cuatro
puntos de control hasta llegar al amplio y lujoso hall de la oficina que tenía
ventanas hacia la calle Balcarce.
Al atenderlo, la secretaria no le
descreyó puesto que había salvado todos y cada uno de los controles pero igual
lo miró con escepticismo, tomo la carta y la llevó consigo hasta el despacho
diciéndole: -“Espere cinco minutos por favor”-.
Antes que transcurrieran esos
minutos fue llamado e ingresó. Korach, lo recibió con total distención lo
estaba esperando con un mate cebado de su mano y sin ningún prolegómeno dijo:
-“Dígame compañero Miguel! Que puedo hacer yo por alguien que posee tan
distinguida recomendación?”-. Miguel, asió el mate con su mano izquierda para
estrecharle con fuerza la derecha y comenzó a explicar: -“Debido a una
contienda sindical en la que hemos participado mi compañero Eusebio Ortiz y yo,
nos han ingresado a una lista negra donde nos es imposible conseguir conchabo
por la vía correspondiente, estamos proscriptos en todas las empresas y es por
ello que necesitamos una recomendación fuerte que pueda anular esa
injusticia”-. –“En que empresa quieren trabajar?”- Preguntó expeditamente el
Secretario. –“En las condiciones actuales, creo que entrar en YPF, sería lo
mejor para nosotros”- .-“Déjeme ver quien tenemos en nómina en YPF y ya mismo
lo contacto”- (Con solo levantar la mano, la eficiente secretaria ya sabía lo
que le estaban solicitando: el listado de personal jerárquico de la parte de
navegación de YPF). –“El Jefe de Personal se llama Esteban Fuertes”-. Dijo con
humildad el “Ruso”. –“Permítame que me mueva en las esferas donde sé que la
contratación suya y de su colega sean inminentes”- y deslizando el dedo de
arriba hacia abajo, ojeando todo el listado, se posó en el segundo de la lista
y dijo: -“Este es nuestro hombre! Por favor señorita, concértele una cita al
caballero, esta tarde misma con la persona que acabo de subrayar, en caso de
tener la agenda completa, que haga un lugar para él”-. Luego de conseguirle el
turno (para las 15:00 horas) lo abrazó, y tomándole la mano, le deseo suerte
como si no supiera que el éxito estaba garantizado y concluyó la entrevista que
duró solo unos minutos.
El “Ruso” Salió caminando de “La
Rosada” cerca del mediodía, el clima era cálido pues los rayos del sol, se
hacían sentir con fuerza, por fin sentía, después de largo tiempo que tenía al
universo de aliado porque los hechos, se estaban presentando muy a su favor.
Solo unas cuadras separaban a La
Casa de Gobierno del lujoso edificio matriz de YPF que estaba emplazado en
Diagonal Norte y Esmeralda. Miguel, se sentó en un banco de la Plaza de Mayo
para pasar el tiempo pues faltaban más de dos horas para acudir a la entrevista
que se había concertado con el Sr. Pascual Toso, Vicepresidente de YPF. Se
entretuvo leyendo una página deportiva que encontró en el banco, su “Rojo”
querido, había batido a Racing por 3 a 2 el domingo. Otra pequeña señal que le
indicaba estar en racha positiva. El resto del tiempo transcurrió mirando como
una viejecita, sumida en la más profunda indigencia, alimentaba a una gran
cantidad de palomas hablándoles con el amor que se le profesa a un bebé. “Por
qué, la vida, se ensañará así con algunas personas?” pensó y sintiéndose
bendecido por su fuerza de voluntad y su suerte, se paró y comenzó la corta
caminata hacia su máximo anhelo desde hacía bastante tiempo.
Esta vez, había que pasar solo
dos controles hasta llegar a la vicepresidencia en el octavo piso, en ambos
puestos, Miguel sintió lo que en “La Rosada” pero también es cierto que no
llevaba la ropa adecuada para moverse en esas esferas.
El Ingeniero Toso, un poco mas
almidonado pero no menos amable que su entrevistador anterior, lo saludo con
cortesía y le dijo: -“Vea, Miguel: La empresa, se encuentra en una etapa de
reestructuración, en estos momentos está reduciendo personal pero dado el
importante tenor de sus recomendaciones es imposible prescindir de sus
ponderados servicios. Ustedes dos, ya son parte de la empresa, en la Oficina de
Personal confeccionarán sus legajos y ya se encuentran cobrando sueldo a la
espera de que se produzca una vacante y puedan embarcar”-.
“Me están tomando de ñoqui” pensó
Miguel y dijo: -“Le agradezco la enorme deferencia hacia mi persona, Ingeniero,
pero prefiero empezar a cobrar cuando corresponda y desde ya, le estoy
inmensamente agradecido por hacerme formar parte de la empresa”-. Toso, se
quedo mirando al “Ruso”, esa honestidad caló hondo en su sentimiento, luego de
pensar un breve instante dijo: -“Miguel, pase a recoger su equipo por el
segundo piso y vaya para su casa que mañana mismo tendrá noticias del
Departamento de Personal”-. Se despidieron esas dos personas, nunca más han
vuelto a verse. Al otro día Miguel se dirigía a Berisso a embarcar en el Buque
Tanque Presidente Arturo Illia, un petrolero de última generación orgullo de la
marina mercante argentina. “El Ruso” estaba feliz! Jamás volvió a faltarle el
trabajo, ni aún en la pésima época de la Bandera de Conveniencia. La “Conexión
Langsdorff” había funcionado a las mil maravillas.
Como corolario de este relato
real podemos afirmar que un individuo, no necesita de la religión para ser
buena persona; pero, si, necesita de la fe para alcanzar sus ideales.
Fin
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